Me levanté una mañana y me dije: “Vete al Annapurna Base Camp a por tabaco, no sea que se termine y me quede solo con papel de fumar”. Me puse a buscar por el pueblo y encontré un par de ingleses tan locos como yo, así que nos fuimos a por tabaco al ABC.

Me compré un par de botas nuevas North Face con Gore-Tex, para sustituir las robadas, que me dieron más problemas que alegrías, dejándolas en un pueblo 3 horas antes de terminar el último tramo de vuelta. ¡Me hicieron una llaga impresionante! ¡Un agujero! ¡Nada impermeables! ¡Mojadito tenía los pies! Material de baja calidad en Pokhara, ¡pero resultón y barato! Terminé la etapa con mis chanclas de piscina la mar de fresco.

Mis compañeros fueron a la cima con sus Converse All Star de toda la vida, zapatillas ideales para la entrada masiva de sanguijuelas que detectan la sangre a distancia y se acercan al ataque. Impresionante ver a estos animalejos en vertical a la espera de la presa, pero poca gracia el tenerlas enganchadas a la piel chupando sangre. Dejan unos agujeros importantes y días después las heridas pican como si de picaduras de mosquito se trataran. Curiosa primera experiencia con estos animales y curioso ver cómo el tabaco las mata. Si es que al final será verdad lo de que el tabaco mata. Recordad su parecido con los rickshaws de India, animales de la misma especie, creo.

Glaciar en el Annapurna

La ruta fue un poco accidentada, pero no físicamente, solamente climatológicamente. Aquí es el monzón y eso significa lluvias y más lluvias, así que del total de 9 días de excursión, un 50% tuvimos niebla, pero que nos permitió ver los picos del Área de Conservación del Annapurna. Impresionantes glaciares a las faldas de los montes, aún en proceso de deshielo, que dejaban ver el desolado estado y la fuerza con la que el hielo erosiona la roca a su pasar.

Fueron 5 días de subida (con una parada obligatoria por lluvia torrencial), 1 día en lo alto (a +1 grado… ¡qué frío!) de ABC y 3 días de bajada (con otra parada obligatoria por lluvia torrencial). Los dos primeros días de subida fueron duros físicamente, pero después ya estábamos dispuestos a caminar por horas con sus debidas paradas para observar cascadas, valles, bosques, flores… con su debido detenimiento al tener los ojos un poco cerrados. El penúltimo día de subida noté un poco de mal de montaña con mareos y estómago revuelto, pero para solucionarlo: ¡sopa de ajo y descanso!

Cascada en la ruta del Annapurna

La zona: Mapa del Annapurna

Montañas del Annapurna

La experiencia valió la pena, todo y ser monzón. Pudimos ver todas las cimas y disfrutar de días de nubes en contra del esperado sol de verano a 4000 m de altitud. Nos pegamos tal hartón de sudar que terminé apestando constantemente por una bacteria sudorosa en los pies y torso, así que con mucho cariño y talco me saqué la peste de encima, aunque por estos parajes la sudor es constante y más aún cuando es verano.

¡Saludos!