(…) ha probado claramente que la ignorancia, la holganza y el vicio son los elementos justos para designar a un legislador; que las leyes son mejor explicadas, interpretadas y aplicadas por aquellos cuyos intereses y capacidades consisten en pervertirlas, destruirlas y esquivarlas. He observado en su patria ciertas líneas de una institución que originalmente pudo haber sido tolerable, pero la mitad de ella ha sido borrada y el resto manchada y desvirtuada por corrupciones (…) No aparece que se requiera perfección alguna para alcanzar una posición en su país, y mucho menos que los hombres sean ennoblecidos por su virtud, los sacerdotes ascendidos por su sabiduría o piedad, los soldados por su comportamiento y valor, los jueces por su integridad, los senadores por el amor de su patria y los consejeros por su prudencia (…) No puedo sino concluir que el grueso de los nacidos en su país son la más perniciosa raza de abominables y minúsculos gusanos que la naturaleza haya hecho reptar jamás sobre la faz de la tierra.
—Jonathan Swift, 1726