¡Hola de nuevo!
Llegado de Virudhunagar con Ivona a Mahalakshmi Foundation, en Avadi, nos embarcamos de nuevo en otro viaje de una noche al sur de Chennai, a Cuddalore. Allí tienen una escuela a la que ayudan con material educativo y enseñanza varia.
¡El viaje fue el peor del mundo! Pero no vomité, me comporté. ¡Qué mal conduce Kulandaivelu! (marido de Kasthuri, los fundadores de la fundación y tutores del orfanato). No es solo la India, es él, ¡que es muy malo! Ese freno y ese embrague para arriba y para abajo… ¡pfffffff! Y yo con dolor de tripas y diarrea (el mal de todo buen turista después de beber agua del lugar). Lo pasé fatal y terminé con las tripas más removidas y con las extremidades y el culo doloridos. ¡Qué mal conducen los indios, pero qué más mal conduce Kulandaivelu! ¡4 horas de subida y 4 horas de bajada! Por suerte, a la vuelta ya se me había pasado la diarrea, que si no… hasta hicimos un picnic improvisado en medio de una entrada a la “autopista” (por darle un nombre).
La escuela está en un poblado de cabañas cerca de Cuddalore, como he dicho. Los alumnos nos hicieron un gran recibimiento y a mí me supo muy mal tener la barriga girada, porque no estuve muy dispuesto para hacer fotos. Bailaron canciones de películas (es lo único que les llega, Bollywood) que se las saben todas, cantadas y bailadas. Nos despedimos de todos los niños y gente del poblado, porque con tanto jaleo se llenó de espectadores ocasionales.
Fuimos a Cuddalore a conocer a la familia de Kulandaivelu, ya que él es autóctono de la zona. En la “farmacia” (por darle algún nombre) captamos la atención de todo el pueblo, ya que se encuentra en el centro mismo del pueblo. De allí fuimos a casa de su madre, que nos hizo una buena cena, para pasar a retirarnos a nuestros aposentos reales: una madera dura como el acero. Se duerme bien, pero 2 horas después de levantarte de ella y un buen café para calmar los dolores.
A nuestra llegada nos estaba esperando un amigo de Kulandaivelu en una zona un poco rara, que me dejó en atención total. Era una plaza con un pequeño templo donde solo había gente durmiendo en el suelo, perros y cerdos pastando a sus anchas. No había visto nunca nada igual. Solo se oía toser a algún que otro dormilón y a los cerdos pasear, pero me quedé a la espera de ver algo siguiente, a la espera de: “¿y ahora qué?”. De allí fuimos al hotel, muy cerca de la plaza, tanto que aún se oían los rumores. Esto me dejó preocupado, porque no sabía dónde me estaba metiendo. Dormimos sin ningún problema y a la mañana siguiente nos llevaron de ruta por los alrededores del templo.
Nos encontrábamos en Vadalur, población vecina a Cuddalore, donde los devotos de Vallalar lo veneran todo el día. Uno de los puntos claros de su filosofía es “Mostrar misericordia a los hambrientos y alimentarlos”, y por eso el montón de devotos durmiendo alrededor del templo; es su casa, es donde viven. A mí esto de las religiones como que no me atrae mucho. Me da mal rollito, vamos. No le encuentro ningún sentido a querer patrocinar los miedos de los demás para conseguir dependencia. Lo que sí encontré muy bien es que se diera de comer al necesitado, pero los cánticos en el templo y la veneración de una imagen como que me remueve las tripas, y es que ya no tenía diarrea.
Todo esto me puso muy a la defensiva, y es que no soporto que me hablen de, a mi parecer, tonterías. Con todo el respeto siempre, pero a mi parecer es engañar. No necesito de la existencia de nadie supremo para dominar mi vida; mi vida la escojo yo mismo y soy totalmente responsable de los pasos que doy con ella. ¿Qué es la muerte? Cuando los gusanos se comen tu carne poco a poco. ¿Por qué quiero preocuparme de una cosa que nadie sabe a ciencia cierta? Nadie sabe nada, solo son especulaciones. Creo que es más importante vivir la vida presente que el futuro que está por venir. ¡Si vivimos en el futuro, nos perdemos la vida!
Aparte de este encuentro religioso, en el hotel donde estaba en Chennai conocí a un polaco cristiano que después de hablar durante 5 minutos me sacó de la riñonera una biblia. Ya la tuve liada con él también; intentándome convencer de que la Biblia era el único libro verdadero… ¡pffff! Terminé marchándome por las buenas porque era imposible pararlo y aún tuvo tiempo para desearme suerte para mi día del juicio final. Le respondí que yo estaba muy tranquilo porque todos los pasos que daba los daba responsablemente, sin arrepentirme y probando de hacer el mínimo daño posible alrededor, pero que si él se tenía que preparar tanto para el día final, podría ser que él sí tuviera algo de qué arrepentirse. ¡Y es que soy ATEO! ¿Es tan difícil respetar a un ateo? Yo respeto a todo el mundo por igual y para eso no me hace falta pertenecer a ningún grupo religioso. Supongo que tendré más experiencias como estas, ya que me encuentro en uno de los países con más religiones por metro cuadrado. Aún no he pasado por un áshram, ya os explicaré si me cruzo con alguno. Espero no haber herido a ningún creyente con las palabras escritas; si es así, perdonadme y sois libres de escribirme un comentario, que lo responderé si veo la ocasión.
Con este mal rollito personal encima, fuimos a la casa del tío de Kulandaivelu, una choza delante de un laguito con 14 tipos diferentes de pescado libres de pescar, y tuvimos demostración. ¡Vivían en una choza hecha de hoja de palmera con una parabólica fuera! Estuvimos allí un buen rato descansando muy a gusto. ¡Aquí sí me relajé! Me dieron de comer un pez que acababan de pescar y fuimos a ver cómo recogían la caña de azúcar. Un sitio tranquilo, sin ruidos, con sombra, viento y gente muy agradable.
¡Saludos!